Siento que la vida en muchos aspectos es muy similar. A veces, no pensamos que algo que hacemos tenga ningún peligro, pero averiguamos luego que no era una buena decisión. Otras veces, podemos decirnos que no hay peligro, cuando sabemos que existe. Esa experiencia en la montaña me hizo pensar en la importancia de siempre guardarnos del peligro espiritual. No podemos ignorar la circunstancias en que nos encontramos. Si una situación tiene peligro, necesitamos salir. Y a veces, vamos a equivocarnos. Somos humanos. Es lo que hacemos. Y por esa razón, Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo y sufrió por los pecados del mundo. Hizo posible el arrepentimiento. El arrepentirse es bueno, pero la vida es más fácil y más feliz cuando evitamos las situaciones peligrosas, y no tenemos que arrepentirnos.
Para evitar esas situaciones, y para reconocerlas cuando las encontramos, debemos siempre estar esforzándonos a vivir el Evangelio de Jesucristo. Debemos siempre desarrollar nuestra fe, arrepentirnos, prepararnos para renovar convenios bautismales, y vivir digno del Don del Espíritu Santo. Para ayudarnos con eso, Dios nos ha dado los mandamientos de orar diariamente, leer en las escrituras diariamente, y asistir a la iglesia y participar de la Santa Cena semenalmente. Esas cosas nos dan fuerza y poder espirituales.
Dios nos bendice cuando obedecemos Sus mandamientos, y quiere que siempre estemos seguros de los peligros físicos y espirituales. Yo sé que Dios vive, que Jesucristo es el Salvador y Redentor del Mundo, y que siempre habrá peligros en el mundo, pero el vivir el Evangelio nos ayuda a quedarnos seguros.
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