Dios, como nuestro Padre Celestial, nos manda que oremos. Para decir la verdad, este mandamiento tiene razón. Dios es literalmente nuestro Padre, y quiere escuchar de nosotros, y nos quiere ayudar. La oración es una oportunidad que tenemos, cuandoquiera que queramos, de tener comunicación significativa con el Padre de nuestros espíritus. La oración tiene algunos diferentes propósitos. Uno de esos es la oportunidad que tenemos de pedirle bendiciones a Dios. Dios siempre está dispuesto a bendecirnos, y a veces la sola cosa que necesitamos hacer para realizar una bendición es pedirla.
Otro propósito de la oración es para pedir perdón. Como humanos, ninguno de nosotros sea perfecto. Todos equivocamos, y por eso nos traemos sentimientos de culpabilidad. El milagro es que Jesucristo ya pagó el precio de nuestros pecados, y si vivimos su Evangelio, podemos recibir el perdón. Una parte de ese Evangelio es el arrepentimiento, el cual incluye el pedirle perdón a nuestro Padre Celestial.
Otro de los propósitos de la oración es recibir revelación. Dios nos promete guía personal para nuestras vidas si la buscamos diligentemente. Cuando oramos, tenemos la gran oportunidad de comunicarnos con Dios, y alinear la voluntad nuestra con la Suya. Dios nos habla por medio de Su Santo Espíritu, el cual nos puede guiar y dar instrucción, para que hagamos cambios en nuestras vidas. El Espíritu nos puede enseñar la manera en que podemos arrepentirnos más plenamente, y vivir en mayor harmonía con lo que enseñó el Salvador.
He tenido algunas experiencias en que he recibido revelación personal, que me ha ayudado a ser más como Cristo. Por ejemplo, una vez estaba orando, y la impresión vino a la mente que debo compartir mas cumplidos con los demás. Era una cosa sencilla, pero me di cuenta de que sería una cosa que me ayudaría a desarrollar más caridad por los demás. Estoy agradecido que mi Padre Celestial tomó ese tiempo para enseñarme algo sencillo que me ayudó.
Yo sé que Dios siempre contesta las oraciones de Sus hijos. Nos ama, y quiere comunicarse con nosotros. A veces, la sola cosa que le impide es nuestra flojera o insinceridad. Hay que orar, y cuando lo hacemos, las bendiciones y la revelación siempre siguen.
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